Holaaa! Aquí vengo con la siguiente parte del primero capitulo, que la disfrutéis! :D
No podía creerme aún la catastrófica noticia. Ni siquiera
había comido nada desde ese día, no tenía la cabeza para pensar en comida. Mi
nevera rugía. Un zumo de naranja era todo cuanto ocupaba en mi estómago al terminarme
el tetrabrik esta mañana. Dos días después del accidente, mi tía apareció en
casa con unas pintas deplorables. Su vestido largo veraniego que en otra
situación le hubiera dado una imagen fresca y juvenil esta vez empeoraba su
físico con la melena poco peinada y las gafas de sol que llevaba en un intento
por cubrir sus hinchados ojos.
-Hola tía. Pasa y siéntate-musité a modo de saludo
acompañándola al comedor.
Me senté junto a ella viendo sus marcadas ojeras
adornando sus ojos al sacarse las gafas de sol. Fruncí los labios mirando por
un instante a una pequeña figura en el centro de la mesa en forma de perro.
Margarett me cogió de las manos y me obligó a girarme hacia ella.
-¿Has comido algo Anna? Te veo más delgada.
No contesté aún así ya sabía que mi cara pálida le indicaría
que no había probado nada sólido desde hacía dos días. Posó una de sus manos
sobre mi mejilla. Sentí un leve escalofrío.
-Te he traído verdura y pollo. Sé que no es fácil todo
esto pero no puedes olvidarte de la comer.
-Gracias pero no tengo hambre, tía. Deberías preocuparte
por tu salud.-me retiré un poco hacia atrás ojeándola de arriba abajo.-Mírate, cualquiera
diría que hace días que no pegas ojo.
-No, estoy bien gracias. Ya dormiré luego-dejó de cogerme
las manos.
Se quedó en silencio un rato. Después volvió a mirarme a
los ojos. Parecía ella la hija afectada por la pérdida de sus padres en vez de
yo.
- ¿Sabes ya qué dice exactamente el testamento de tus
padres?
Aquella pregunta me pilló de sorpresa pues ni siquiera se
me había pasado por la cabeza ese tema. ¿Pensar en el testamento? A duras penas
estaba logrando sobrellevar la peor etapa de mi vida.
-No ¿por qué? ni siquiera sabía que habían hecho uno pero
supongo que todos sus bienes pasan a ser míos ¿no?-deduje.
Margarett se quedó un instante pensativa. Luego se
levantó con una tenue sonrisa.
-Vamos a comer, te lo explico mejor en la cocina.
Puse la mesa y ella colocó su bolsa en el centro sacando
el cazo con la verdura y el plato tapado de carne. Aunque no tenía mucho apetito el olor de ambos
platos envolvió la cocina en un apetecible aroma que provocaría a cualquier
persona las ganas de comer de inmediato. Después de servir el primer plato cogí
el tenedor para empezar.
-Soy toda oídos.
Mi tía rebuscó en su bolso hasta sacar unas hojas
plastificadas. Miré aquellos papeles al principio con vacilación. Me los acercó
y finalmente los cogí.
-Tus padres me dieron una copia, la otra imagino que la
tendrán guardada aquí.
-No sé donde podrían haberlo guardado.-respondí y me metí
un poco de verdura en la boca.
Empecé a leer detenidamente reconociendo la letra redonda
de mi padre. Al principio todo parecía decir lo que era intuitivo. En el caso
que murieran ambos todos sus bienes pasaban a su única hija haciéndose cargo de
los gravámenes que pudiesen arrastrar estos.
-Dice que me quedo con todo, el piso y el coche.-dije
parando de leer para comer.
Margarett me invitó a que siguiera leyendo con un gesto.
-Te has parado justo en la parte donde empieza lo interesante.-comió
de su plato.
Le hice caso y seguí leyendo mientras masticaba la
verdura y bebía agua. Dejé el vaso sobre la mesa pero en un arrebato repentino
mi mano lo volcó haciendo que la mitad del agua se esparramase por la mesa
manchando.
-¡Anna!
-Lo-lo siento.-me mordí el labio cogiendo una bayeta y
limpiando la mesa.-Pero no me puedo creer lo que acabo de leer.
Escurrí la bayeta en el fregadero sintiendo como el
corazón se me había disparado por el acontecimiento. Y presentía que no iba a
ser la última noticia del día. Volví a pasar la bayeta sobre la mesa secándola.
-¿Ya lo has leído todo? Eso es lo que han decidido tus
padres, Anna-se puso carne en el plato.-Yo no puedo…
-¿¡Qué decisión es esa dejar los bienes a manos a una
familia que ni conozco!? Y encima dejarme a cargo de ellos… Me esperaba
cualquier cosa pero esto, JAMÁS. Soy mayor de edad y no necesito una nueva
familia.
-Lo han hecho por tu bien para que ellos se encarguen de
pagar la hipoteca del piso hasta que puedas independizarte cuando tengas un
trabajo. Tu madre trabajó en casa de esa familia como enfermera y la apreciaban
mucho.
Lancé la bayeta sobre la encimera y volví a sentarme con
desgana. Suspiré.
-Sigo sin entender cómo han podido confiar algo así a una
familia totalmente desconocida para mí. Quiero vivir contigo, no quiero
aparecer en una casa de buenas a primeras y decir ‘eh, según el testamento de
mis padres tenéis el deber de acogerme’ ¿por quién me tomarían?-expliqué seria
enarcando una ceja.
Pinché un muslo de pollo en un golpe seco y empecé a
cortarlo con ímpetu. Ni siquiera entendí el porqué de mi repentino afán por
comer lo que había traído Margarett ya que en teoría debería haberme
desaparecido el hambre. Estaba tan nublada pensando en el testamento que no
tenía nada más en mi mente.
-Yo… ya sabes que apenas llego a fin de mes…-me recordó.
-Buscaré trabajo para no ser una carga para ti pero no
quiero irme a vivir a un lugar donde no conozco a nadie. ¡Por favor! Esto es lo
último que me esperaba-me entristecí.
Mis padres nunca me mencionaron a una familia llamada
Ross en ninguna conversa, ni siquiera estaba enterada que mi madre trabajase
para ellos. Lo único que sabía era que ejercía como enfermera sin entrar en
detalles. Desconocía cuantos más acontecimientos me sucederían… Estaba visto
que mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados sin hacer nada. Margarett
parecía tranquila como si aceptase sin replicas la última voluntad de mis
padres. Terminé el pollo y recogí mi plato.
-No pienso moverme del piso. Aquí tengo a mi vida, mis
amigos… ¿cómo han podido decidir esto mis padres sin decirme nada?
Se encogió de hombros.
-Es su última voluntad y allí estarás atendida. Son una
familia extraordinariamente rica y no te faltará de nada.
-Sí claro y luego seguro me echarán en cara todo lo que
me habrán dado. Prefiero ganarme yo sola la comida que me lleve a la boca y la
ropa que me ponga. No necesito de nadie.
-Anna no seas tan orgullosa…Sabes que lo necesitas-levantó
sus ojos ojerosos pero la miré con desdén.-por favor… verás que son buena
gente.
-¿Qué sabes tú de los Ross? ¿Acaso los conoces?
Breve silencio. Quién
calla otorga.
-Estuve de sirvienta unos meses y conocí a la señora Ross.-comentó
recogiendo su plato.-Una mujer amable y atenta con sus hijos.
-No quiero aceptar nada de nadie. Si he estudiado es para
conseguir un trabajo y ganarme las cosas por mí misma.-zanjé el asunto.
Punto y final. Margarett en cambió comenzó a explicarme con
todo detalle acerca de cómo eran el señor y la señora Ross, a qué se dedicaba
su empresa, los hijos que tenían, lo reconocidos que eran en todo Londres… Blablabla. No iba a cambiar de parecer.
No me movería de aquí. Que llamase a la policía para obligarme. Saqué una
manzana de la nevera y se la di.
-¿Te invitaban a comer?-abordé esa pregunta en medio de
sus explicaciones.
Mi tía asintió con
ojos chispeantes desde que empezó a hablar de esa familia.
-Y me daban a veces extras para comprarme ropa. –dijo
animada.-Seguro que te encantarán. No son como esas familias millonarias
altivas.
Di un mordisco a mi manzana poco entusiasmada por lo que
acababa de contarme acerca de los Ross. Sin embargo confusa de que se hablara
de aquella forma sobre una familia millonaria. Más bien no estaba preparada
para vivir con nadie.
-Además tienen dos hijos muy guapos más o menos de tu
misma edad. Imagínate si te casaras con uno de ellos. ¡Sería genial!
Tragué de un tirón el trozo de manzana que tenía en mi
boca. Tosí un poco.
-¿Tú solo piensas en dinero? Seguro que son unos
arrogantes y niños pijos. Ni siquiera se fijarían en una chica como yo de clase
media-baja.-me puse de pie enseñando la ropa que llevaba hoy y me removí mi
melena oscura.- Descarta la idea tía. No voy a irme del piso-sacudí una mano
terminándome la manzana.
Me dispuse a salir de la cocina pero Margarett me cogió
de una mano. Me giré lentamente.
-Anna, al menos pruébalo. Cumple con la última voluntad
de tus padres. –Hizo una leve pausa soltándome. Se la notaba cansada.-Cuando
consigas trabajo en Londres y puedas vivir sola entonces te vas y te entregarán
este piso y el coche de tus padres sin deudas.
Levanté la mirada hacia el reloj de cocina. El tic tac de
éste fue lo único que se escuchó en los siguientes minutos y solté el aire
acumulado, cediendo finalmente.
-Que conste que lo hago por ellos.
Mi tía amplió una sonrisa dulce dándome un abrazo. Rodeé
los ojos.
Fin del capítulo 1.